Don de la vida, arrojada ante los
ojos del señor del mal;
rabioso por el "don", camina como
inmaculado, tramando como quedarse
sólo en este mundo inmaterial.
A distancia corretea, aletea como un
ñaño, como queriendo volar
a los sueños infinitos; se pregunta
sólo ¿cómo caminaré sin hacer maldades?
consternado se responde sin entenderse,
oí don de la vida que clamas por mi pasión.
Callado y cansado enmudece
ante el bondadoso, generoso
y omnipotente; sin nada que hacer,
lima sus esperanzas arruinado de aquel
lado oculto pero generoso; el señor
aquel, del mal dice ser; no
hay duda por los poros le brotan las
últimas sonrisas, el amor, que le fueron
alejados por su profesión.
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